jueves, 19 de febrero de 2009

Siempre es mejor una carta de amor.

Una noche, desperté del frecuente sueño en el que un caballo entra a mi cuarto, y tenía sed.
A la mañana siguiente, seguía teniendo sed. Tomé cuatro vasos y medio de agua y por un momento pensé que la sed había sido saciada. No fue así, cuando puse el quinto vaso de agua medio lleno sobre la mesa del comedor, tuve más sed. Vacié ese vaso también y esta vez, no me importaba si la sed permanecía o no. Y desperté.

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